En La Arboleda las antiguas minas que se explotaban desde tiempos del
imperio romano se llenaron de agua y crearon lagos de impresionante
belleza que se deslizan entre formaciones rocosas de mineral, túneles y
huellas de la mano del hombre en el paisaje.
La fuerza visual de esta
zona situada a la entrada del poblado minero conmovió hace años al
artista local Guillermo Olmo (1960), escultor heredero de la escuela de
los grandes maestros vascos, que concibió un sueño para este escarpado
terreno: un parque escultórico como los que se pueden ver en Francia,
Italia o Alemania, un lugar donde los creadores contemporáneos pudieran
plantar su semilla de hierro para verla crecer e imbricarse con el
paisaje.
Ese sueño se realizó en Meatzaldea
Goikoa Parkea, el nombre que se ha dado a este espacio dedicado al arte
euskaldun que aspira a competir con rincones tan conocidos como el
caserío Zabalaga, que también movió a Eduardo Chillida a levantar allí
Chillida-Leku, o el fantasmagórico y arcano Bosque de Oma, de Agustín
Ibarrola.
Muy bien
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